Diciembre 19
“¡Cariño, no soy yo, son mis genes!” Según los científicos estadounidenses, la tendencia a la infidelidad y la promiscuidad podría ser genética. Si esto es cierto, las personas infieles sí que no podrán hacer nada con ‘su naturaleza’. “¡Cariño, no soy yo, son mis genes!” Según los científicos estadounidenses, la tendencia a la infidelidad y la promiscuidad podría ser genética. Si esto es cierto, las personas infieles sí que no podrán hacer nada con ‘su naturaleza’. Los investigadores de la Universidad de Binghamton, Estado de Nueva York, revelaron que existe un gen ligado a la promiscuidad, la infidelidad y las aventuras de una noche. El estudio fue publicado en la revista científica ‘PLoS ONE.org’. El grupo científico del Laboratorio de Antropología de la Evolución y la Salud, dirigido por Justin R. García, realizó un amplio estudio de las variaciones de la conducta sexual y sus bases genéticas. Se reveló que la infidelidad y la promiscuidad están ligadas con la mutación del gen DRD4, vinculado con el receptor de dopamina D4. Los receptores de dopamina se asocian con el efecto de placer en el organismo. En particular, ya se conoce la ‘culpa’ del D4 en la adicción de las personas al alcohol y los juegos de azar. Este receptor influye en los procesos bioquímicos del cerebro y, en consecuencia, en la conducta. Según explica García en la nota de prensa publicada por la Universidad de Binghamton, los científicos entendieron que las circunstanias, el sentido y la conducta son diferentes para cada persona en cuanto a su actividad sexual. Muchas personas experimentan varios tipos de relaciones sexuales, estables y de una noche, algunos incluso realizan ambas al mismo tiempo, mientras otras personas cambian el sexo por dinero. Lo que no sabían los investigadores era de qué manera estamos motivados a practicar una forma de sexo u otra, especialmente cuando se trata de la promiscuidad y la infidelidad. Así, recolectaron una historia detallada de los contactos sexuales de 181 voluntarios jóvenes adultos y analizaron sus ADN. Resultó que las variedades individuales de la conducta sexual podría ser influída por variaciones individuales genéticas. Las personas con cierta modificación del gen DRD4 fueron mucho más propensas a las relaciones promiscuas, el sexo de una noche y el adulterio. Como opinan los académicos, la motivación para cometer actos de infidelidad y promiscuidad proviene de un sistema de placer y recompensa del cerebro en el que se libera una dosis de dopamina, hormona del placer. “En los casos del sexo prohibido, los riesgos son altos, las recompensas sustanciales y las motivaciones variables, elementos que aseguran una descarga de adrenalina”, explica García. Sin embargo, estas conslusiones contienen una contradicción. La teoría de la ‘adicción a la dopamina’ no explica que muchas personas con tendencia a la promiscuidad con el tiempo cambien sus prioridades y se pongan a buscar relaciones más estables y de larga duración. Según explica García, el estudio no exculpa a los pecadores. Las relaciones interpersonales son asosiativas, lo que significa que no todos los que tienen este genotipo están inclinados a la infidelidad o el sexo de una noche. Mucha gente que no pertenece a este genotipo también muestra el mismo tipo de conducta. El estudio solamente muestra que entre los maridos y mujeres infieles la proporción de las personas de este tipo genético es más alta. Ahora los investigadores planean realizar estudios más amplios de las personas y probablemente encontrar otros marcadores genéticos vinculados con este tipo de conducta, y además estudiar los factores asociados que también la motivan.