Entre quienes pierden mucho y quienes pierden más, Venezuela cumple un mes sumida en una crisis política marcada por una ola de protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro y por las divisiones en la oposición.
Quienes empezaron las movilizaciones fueron los estudiantes de la ciudad andina San Cristóbal el 4 de febrero. Pero el hito referente de la controvertida situación actual es la marcha de Caracas del 12 de febrero, a la que se sumaron sectores de la oposición y que terminó con disturbios y tres personas muertas.
Desde entonces, el país ha sido testigo de múltiples cacerolazos, ha visto multiplicarse las barricadas que los venezolanos llaman "guarimbas" y los gases lacrimógenos –sobre todo en zonas de oposición–. Las manifestaciones y los enfrentamientos en los que han desembocado algunas de ellas han dejado ya 22 muertos en una situación en la que, cada vez parece más claro, nadie gana.
Tal vez, con mucho esfuerzo, se pude decir que con la polarización exacerbada el presidente Maduro consigue unir filas contra el enemigo común o culpabilizar a la protesta de los males que azotan a la economía de los venezolanos, como la escasez y la inflación del 56%.
Y que la oposición cuenta en su haber con la visibilidad pública que ganan sus exigencias y sobre todo, a nivel internacional, con la mala imagen que le da al gobierno la difusión por redes sociales de ciertos episodios de represión policial.
Sin embargo, con el liderazgo opositor sumido en una división sin precedentes en los últimos años y Maduro atacado por la inestabilidad generada por la protesta constante, es difícil encontrar razones para no pensar que todos pierden.
El día a día se repite de forma recurrente, con un patrón parecido: durante el día, una marcha pacífica de la oposición y las barricadas en zonas de clase media puestas por los propios vecinos dan paso, sobre todo en la noche, a la violencia entre radicales opositores y las fuerzas de seguridad, acompañadas en algunos casos por oficialistas armados y motorizados, los llamados "colectivos".
"La oposición está completamente fracturada. ¿Quién dirige esto? No se sabe."
luis Vicente León, analista
Pese a la notoriedad que ha ganado al impulsar lo que sin duda domina la agenda, la oposición sale de un mes de convulsión dividida entre quienes apoyan la protesta para que haya un "cambio de gobierno" y quienes prefieren apegarse a la vía electoral y se conforman con "cambios en el gobierno".
"La oposición está completamente fracturada. ¿Quién dirige esto? No se sabe. Están los radicales contra los moderados que se enfrentan sobre la mejor forma de oponerse al gobierno. Además existe la división de los egos de los líderes", le dijo a BBC Mundo el analista Luis Vicente León, presidente de la firma de opinión pública Datanálisis.
En los últimos años, los opositores, de un espectro político relativamente amplio, se habían agrupado en torno a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) como fórmula para tratar de ganar electoralmente al presidente Hugo Chávez (1999-2013).
Después de ganar en primarias internas, el gobernador de Miranda, Henrique Capriles, se convirtió en el líder de la MUD. Pero ese liderazgo ha empezado a ser disputado tras perder las elecciones presidenciales en octubre pasado contra Chávez y en abril contra Maduro, y después de los malos resultados cosechados en las municipales de diciembre.
Otros líderes opositores, como la diputada Maria Corina Machado y el exalcalde Leopoldo López –ahora encarcelado acusado de ser el responsable de los hechos de violencia de la marcha del pasado 12 de febrero–, promovieron la protesta bajo la etiqueta de "La salida".
Capriles, defensor de construir una mayoría social para derrotar al chavismo por la vía electoral, ha tratado de encauzar la protesta en torno a una agenda de diez puntos, no lo ha conseguido y parece uno de los que más incómodos en la crisis.
"Capriles ya no es ese líder claro, evidente de la oposición. Lo retaron y aun cuando se quede, no tiene la posición homogénea de la que gozó", opina León.
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