Por primera vez en siete años --desde que un accidente de motocicleta lo dejó paralítico--, Hemmes intentaba tocar a alguien, incluso si sólo fue en forma temporal, parte de un experimento científico de un mes en la Universidad de Pittsburgh. "No fue mi brazo sino mi cerebro; mis pensamientos. Estaba moviendo algo", dijo Hemmes, de 30 años.
"No tengo palabras para expresar lo que sentí en ese momento. No hay palabras para describirlo". El hombre de Pensilvania está entre los pioneros de una ambiciosa búsqueda de prótesis controladas por el pensamiento para darle más independencia a los paralizados: la capacidad de alimentarse por sí solos, girar un picaporte, abrazar a un ser querido.
La meta es mezclar mente y máquina, similar a la serie televisiva Viaje a las Estrellas, combinando lo que se considera el brazo biónico más similar a uno real hasta la fecha —incluso los dedos se mueven como los de verdad— con pequeños microtransistores implantados en el cerebro.
Esos electrodos reciben señales eléctricas de neuronas que ordenan el movimiento. Pasando por alto la médula espinal rota, envían esas señales a un tercer brazo robótico. Esta pesquisa está muy lejos de tener un uso comercial, pero diversos equipos investigan distintos métodos. En Pittsburgh, varios monos aprendieron a comerse malvaviscos al mover un brazo robótico con el cerebro.
En la Universidad Duke, otros monos emplearon sus pensamientos para mover brazos virtuales en una computadora y recibieron retroalimentación que les permitió distinguir la textura de lo que "tocaban". Por medio de un proyecto conocido como BrainGate y otras investigaciones, algunas personas paralizadas equipadas con electrodos en el cerebro han utilizado sus mentes para manipular computadoras, e incluso hacer movimientos simples con prótesis de brazos.
Pero, ¿podrían estas neuroprótesis llegar a ofrecer los movimientos complejos y rápidos que la gente requeriría para un uso más práctico de todos los días? "Realmente ahora estamos en un punto de inflexión con esta tecnología", dijo Michael McLoughlin del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, que desarrolló el brazo similar al de un ser humano en un proyecto de 100 millones de dólares para la DARPA, siglas en inglés de la agencia de investigación del Pentágono.
Pittsburgh está ayudando a encabezar una serie cuidadosamente supervisada de estudios financiados por el gobierno durante los próximos dos años para intentar averiguarlo. Un puñado de voluntarios paralíticos entrenarán sus cerebros para que operen el brazo de la DARPA en formas cada vez más sofisticadas, incluso empleando sensores implantados en las yemas de los dedos para intentar sentir lo que tocan, al tiempo que los científicos analizan qué funciona mejor. "Imagine todas las articulaciones que uno tiene en la mano.
Se pueden hacer 20 movimientos con todas esas articulaciones", dijo Andrew Schwartz, neurobiólogo de Pittsburgh. "No se trata sólo de extender el brazo y coger algo en forma burda. Queremos que puedan usar los dedos en los que hemos trabajado tan arduamente".
Hemmes estaba probando si un nuevo tipo de microtransistor podía permitir un movimiento del brazo en tres dimensiones. Sorprendió a los investigadores cuando con su mente impulsó el brazo robótico para chocar la palma con la de un científico, y luego para frotarla con la de su novia. "Fue sorprendente", afirmó el doctor Michael Boninger, director de rehabilitación en el Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh. "Interactuar con un ser humano de esa forma... este es el principio".
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