SANTIAGO. Miguelina Soriano, una mujer que sobrepasa los 40 años de edad, 15 de ellos dedicada a la prostitución, alega que la amenaza del procurador general de la República de apresar los hombres que recurran a prostitutas amenaza el sustento de su familia y el de otras trabajadoras sexuales.
Dijo que la situación se ha tornado tan difícil que antes trabajaba tres días a la semana pero “ahora me exhibo toda la noche y los clientes no aparecen”.
Relató que antes de que el procurador Francisco Domínguez Brito anunciara que los proxenetas y los que pagan por servicios sexuales serían perseguidos, cada noche ella obtenía dinero suficiente para mantener sus hijos.
El anuncio hecho por el procurador de que perseguirá legalmente a los proxenetas y a los que pagan por servicios sexuales, repercute negativamente entre las mujeres que, de manera pública, en esta ciudad tienen en la prostitución su principal modo de vida.
Las esquinas próximas a la Plaza Valerio, localizada en la parte baja de aquí y que hasta hace poco eran frecuentadas por hombres deseosos de sostener relaciones íntimas con las mujeres dispuestas a ello, ahora lucen con pocos clientes.
Se trata de un área que, a través de los años, se ha convertido en el principal referente de la prostitución callejera en esta ciudad. Es un lugar al que acuden aquellos que precisan de placeres sexuales a bajo costo.
Y es que los asiduos clientes han preferido dejar de asistir a ese lugar y así evitar que las autoridades judiciales los detengan, al descubrirlos pagando a las mujeres por servicios sexuales.
“En los últimos meses la producción económica se ha reducido considerablemente, pero ahora el asunto es peor y, francamente, esa advertencia está a punto de sacarnos de circulación”, subrayó Soriano.
Otra trabajadora sexual consultada anoche en las cercanías de la Plaza Valerio es Antonia Suriel, quien vino a esta ciudad hace 10 años procedente de Mao, tras ser informada por una prima que ejerciendo la prostitución aquí ganaría lo suficiente como para mantenerse ella y dos pequeños hijos.
“Aunque las cosas en principio no resultaron como mi pariente me dijo, la verdad es que ciertamente cada noche ganaba lo necesario para dar a mis hijos una alimentación básica, pero ahora el asunto comienza a tornarse insostenible y estoy pensando regresar a mi pueblo”, puntualizó.
A pesar de que por los alrededores de la Plaza Valerio no se observa ningún tipo de vigilancia policial o judicial, lo cierto es que los clientes se han desaparecido desde que Domínguez Brito hizo la advertencia.
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