"El amor a la patria nos hizo contraer compromisos sagrados para con la generación venidera; necesario es cumplirlos, o renunciar a la idea de aparecer ante el tribunal de la Historia con el honor de hombres libres, fieles y perseverantes".
Juan Pablo Duarte (1813-1876).
SANTO DOMINGO.-Sabido es, que a lo largo de nuestra vida republicana ha habido gobiernos impuestos por fuerzas oscuras y extrañas, fruto de las actitudes descabelladas de ciertos sectores de la vida nacional, que han puesto sus intereses por encima de los de la Patria. Las menciones aquí sobran. Todos las conocemos.
Sin embargo, es preciso señalar, que las dictaduras que hemos padecido, han sumido al pueblo más aún en el atraso y la miseria más espantosa. Ellas han violado los derechos inalienables de los individuos y la sociedad en su conjunto, y han sembrado el dolor y el luto en el seno de la familia dominicana. Han castrado, las dictaduras, el desarrollo y evolución de nuestro pueblo de una manera olímpica. Todo eso ha dejado una cultura de corrupción, analfabetismo, insalubridad, falta de libertades democráticas, ausencia de servicios vitales para llevar una vida digna: techo, agua, energía, calles asfaltadas, seguridad médica, etcétera.
Juan Pablo Duarte (1813-1876).
SANTO DOMINGO.-Sabido es, que a lo largo de nuestra vida republicana ha habido gobiernos impuestos por fuerzas oscuras y extrañas, fruto de las actitudes descabelladas de ciertos sectores de la vida nacional, que han puesto sus intereses por encima de los de la Patria. Las menciones aquí sobran. Todos las conocemos.
Sin embargo, es preciso señalar, que las dictaduras que hemos padecido, han sumido al pueblo más aún en el atraso y la miseria más espantosa. Ellas han violado los derechos inalienables de los individuos y la sociedad en su conjunto, y han sembrado el dolor y el luto en el seno de la familia dominicana. Han castrado, las dictaduras, el desarrollo y evolución de nuestro pueblo de una manera olímpica. Todo eso ha dejado una cultura de corrupción, analfabetismo, insalubridad, falta de libertades democráticas, ausencia de servicios vitales para llevar una vida digna: techo, agua, energía, calles asfaltadas, seguridad médica, etcétera.
Pero también la llamada "vida democrática", en que hemos vivido ha sido una careta que espanta a los ancianos, hombres maduros, jóvenes y niños.
Nuestra "democracia" no ha podido superar todavía, en más de 50 años, muchos de los terribles males que heredamos de la dictadura de más de tres décadas de Rafael L. Trujillo. La vida institucional dominicana, todavía, es muy débil; muy frágil. Somos un estado fallido.
Los índices de la calidad de vida de los dominicanos son muy bajos. Si Duarte viviera físicamente entre nosotros, hoy estaría espantado del nivel de pobreza en que estamos sumidos los dominicanos; del nivel de mediocridad y prepotencia que exhiben la mayoría de los que nos han dirigido y se han enriquecido a costa de los dineros del pueblo.
Pero el Proyecto de Constitución de Duarte no se limitaba a concebir tan solo nuestro sistema político. Iba más allá. Describía el Patricio a la Nación dominicana como la "reunión de todos los dominicanos (as)", independientemente de la raza: "... siempre libre e independiente, no es ni podría ser jamás -dijo Duarte- integrante de ninguna otra nación, ni patrimonio de familia ni de personas alguna propia y mucho menos extraña".
Y respecto a las leyes, esas que impunemente son violadas por muchos, Duarte, según las anotaciones de su hermana Rosa, señalaba:
"Una vez promulgada la ley en los lugares respectivos se supone sabida por todos y es, por tanto, obligatoria para todos".
¿Cuántos gobernantes y demás autoridades que hemos tenido, y tenemos, no son violadores de la ley?
A esos Duarte les decía:
"La ley es la que da al gobernante el derecho de mandar e imponer al gobernado la obligación de obedecer; por consiguiente, toda autoridad no constituida con arreglo a la ley es ilegítimo y por tanto no tiene derecho alguno a gobernar ni está en la obligación de obedecerla".
¿Puede obedecer o tener respeto un gobernado hacia un gobernante u otra autoridad que viola ley?
La falta de autoridad en nuestro pueblo, ha sido una de las razones, que ha expuesto a toda la sociedad dominicana a desobedecer ciertas bases jurídicas que la sustentan. Por estas, y otras razones, ha llegado hoy día el crimen, la corrupción, el narcotráfico, la inseguridad ciudadana, el irrespeto generalizado, la impunidad, etcétera., a niveles tan escandalosos y escalofriantes. Vivimos hoy en una sociedad nada más parecido a una selva de barro y cemento. Muchos ciudadanos que se sienten impotentes y desprotegidos por la autoridad, producto de todas estas debilidades enarbolan para hacer valer la justicia en nuestro terruño el tomar "la ley en sus propias manos".
Duarte indicaba al respecto:
"La ley así como le niega a la autoridad ilegítima la soberanía inmanente, que es la que regula los negocios domésticos, le niega también al transeúnte, que es la que representa a la Nación en su correspondencia con los otros Estados".
La importancia que Duarte le confirió al tema de las leyes es vital. Pues, sin que seamos muy duchos en esta materia, el desobedecerla, incumplirla, ignorarla, puede en el peor de los casos llevar a la disolución a nuestra nación ¡Cuán sabiamente concibió el Patricio estas ideas!
"Ningún poder de la tierra es ilimitado... ni el de la ley tampoco", sentenció Duarte.
Por ejemplo, por el no cumplimiento de la ley por parte de las autoridades pasadas y las que actualmente dirigen los destinos nacionales (2000-2010) el "sistema educativo dominicano dejó de recibir 251 mil 505 millones de pesos en los últimos diez años por la violación a la Ley de Educación, que establece que el gasto público anual en ese sector debe ser el 4% del Producto Interno Bruto (PIB).
De los 450 mil millones de pesos que el Ministerio de Educación (MINERD) debió recibir entre 2000 y 2010, los gobiernos sólo invirtieron RD$198 mil 654 millones, según cálculos realizados en base a datos de su portal web".
"La Ley 66-97 establece -promulgada en el primer gobierno del doctor Leonel Fernández (1996-2000), - n. de j.m.j.- establece en su artículo 197 que ´El gasto público anual en educación debe alcanzar en un período de dos años (...), un mínimo de un dieciséis por ciento (16%) del gasto público total o un cuatro por ciento (4%) del producto interno (PIB)´...".
Y continúa indicando el referido diario santiagués, La Información, lo siguiente:
"En los últimos diez años de vigencia de la Ley de Educación nunca se ha cumplido con el artículo 197".
¿Cuáles males, además, ha acarreado el no cumplimiento de esta Ley por los gobiernos de turno entre el 2000 y el 2011?
Aquí van tan sólo algunos de ellos:
1. "En su primer boletín de junio pasado (2011), el observatorio del Presupuesto de Educación denunció que 363 mil niños y adolescentes entre 5 y 17 años se encuentran fuera del sistema escolar...".
2. "En el 2010 se destinaron RD$4,000 millones a la construcción y mantenimiento de las escuelas, menos de la mitad de los RD$8,663 millones que establecen para tales fines el Plan Estratégico ´1000 x 1000´...".
3. "Por la calidad de la educación primaria, el país ocupa el puesto 140 de un ranking de 142 en el Informe de competitividad 2011-2012 del Foro Económico Mundial, superado por Haití, que se encuentra en el puesto 136, y sólo por encima de los países africanos Yemén y Angola".
Por otro lado, en el año pasado, 2011, la República Dominicana descendió nueve puestos en lo que respecta a las posiciones de las economías en el mundo, al pasar del lugar 110 de 142 países, según el Informe de Competitividad.
"Sigue siendo doloroso e imperdonable -dice la periodista Inés Aizpún del Diario Libre, el desempeño de la República Dominicana, n. de j.m.j.- en capítulos como Desvío de los fondos públicos, Confianza de la población en los políticos, Favoritismo en las decisiones de los gobernantes, Despilfarro del gasto público. (Redundante -dice-, insistir en la energía eléctrica o en la calidad de la educación y su efecto en la competitividad). Son problemas viejos e internos, ajenos a la recesión global", concluye.
Señoras y Señores:
No ha habido en los anales que registra la historia dominicana prócer alguno que haya sido más embestido, calumniado, maltratado, vejado y humillado que Juan Pablo Duarte y Díez.
Ni siquiera el anexionista general Pedro Santana y Familia ha sido objeto por sus abruptas actuaciones de tan acervas críticas, y despiadados comentarios.
Nuestra "democracia" no ha podido superar todavía, en más de 50 años, muchos de los terribles males que heredamos de la dictadura de más de tres décadas de Rafael L. Trujillo. La vida institucional dominicana, todavía, es muy débil; muy frágil. Somos un estado fallido.
Los índices de la calidad de vida de los dominicanos son muy bajos. Si Duarte viviera físicamente entre nosotros, hoy estaría espantado del nivel de pobreza en que estamos sumidos los dominicanos; del nivel de mediocridad y prepotencia que exhiben la mayoría de los que nos han dirigido y se han enriquecido a costa de los dineros del pueblo.
Pero el Proyecto de Constitución de Duarte no se limitaba a concebir tan solo nuestro sistema político. Iba más allá. Describía el Patricio a la Nación dominicana como la "reunión de todos los dominicanos (as)", independientemente de la raza: "... siempre libre e independiente, no es ni podría ser jamás -dijo Duarte- integrante de ninguna otra nación, ni patrimonio de familia ni de personas alguna propia y mucho menos extraña".
Y respecto a las leyes, esas que impunemente son violadas por muchos, Duarte, según las anotaciones de su hermana Rosa, señalaba:
"Una vez promulgada la ley en los lugares respectivos se supone sabida por todos y es, por tanto, obligatoria para todos".
¿Cuántos gobernantes y demás autoridades que hemos tenido, y tenemos, no son violadores de la ley?
A esos Duarte les decía:
"La ley es la que da al gobernante el derecho de mandar e imponer al gobernado la obligación de obedecer; por consiguiente, toda autoridad no constituida con arreglo a la ley es ilegítimo y por tanto no tiene derecho alguno a gobernar ni está en la obligación de obedecerla".
¿Puede obedecer o tener respeto un gobernado hacia un gobernante u otra autoridad que viola ley?
La falta de autoridad en nuestro pueblo, ha sido una de las razones, que ha expuesto a toda la sociedad dominicana a desobedecer ciertas bases jurídicas que la sustentan. Por estas, y otras razones, ha llegado hoy día el crimen, la corrupción, el narcotráfico, la inseguridad ciudadana, el irrespeto generalizado, la impunidad, etcétera., a niveles tan escandalosos y escalofriantes. Vivimos hoy en una sociedad nada más parecido a una selva de barro y cemento. Muchos ciudadanos que se sienten impotentes y desprotegidos por la autoridad, producto de todas estas debilidades enarbolan para hacer valer la justicia en nuestro terruño el tomar "la ley en sus propias manos".
Duarte indicaba al respecto:
"La ley así como le niega a la autoridad ilegítima la soberanía inmanente, que es la que regula los negocios domésticos, le niega también al transeúnte, que es la que representa a la Nación en su correspondencia con los otros Estados".
La importancia que Duarte le confirió al tema de las leyes es vital. Pues, sin que seamos muy duchos en esta materia, el desobedecerla, incumplirla, ignorarla, puede en el peor de los casos llevar a la disolución a nuestra nación ¡Cuán sabiamente concibió el Patricio estas ideas!
"Ningún poder de la tierra es ilimitado... ni el de la ley tampoco", sentenció Duarte.
Por ejemplo, por el no cumplimiento de la ley por parte de las autoridades pasadas y las que actualmente dirigen los destinos nacionales (2000-2010) el "sistema educativo dominicano dejó de recibir 251 mil 505 millones de pesos en los últimos diez años por la violación a la Ley de Educación, que establece que el gasto público anual en ese sector debe ser el 4% del Producto Interno Bruto (PIB).
De los 450 mil millones de pesos que el Ministerio de Educación (MINERD) debió recibir entre 2000 y 2010, los gobiernos sólo invirtieron RD$198 mil 654 millones, según cálculos realizados en base a datos de su portal web".
"La Ley 66-97 establece -promulgada en el primer gobierno del doctor Leonel Fernández (1996-2000), - n. de j.m.j.- establece en su artículo 197 que ´El gasto público anual en educación debe alcanzar en un período de dos años (...), un mínimo de un dieciséis por ciento (16%) del gasto público total o un cuatro por ciento (4%) del producto interno (PIB)´...".
Y continúa indicando el referido diario santiagués, La Información, lo siguiente:
"En los últimos diez años de vigencia de la Ley de Educación nunca se ha cumplido con el artículo 197".
¿Cuáles males, además, ha acarreado el no cumplimiento de esta Ley por los gobiernos de turno entre el 2000 y el 2011?
Aquí van tan sólo algunos de ellos:
1. "En su primer boletín de junio pasado (2011), el observatorio del Presupuesto de Educación denunció que 363 mil niños y adolescentes entre 5 y 17 años se encuentran fuera del sistema escolar...".
2. "En el 2010 se destinaron RD$4,000 millones a la construcción y mantenimiento de las escuelas, menos de la mitad de los RD$8,663 millones que establecen para tales fines el Plan Estratégico ´1000 x 1000´...".
3. "Por la calidad de la educación primaria, el país ocupa el puesto 140 de un ranking de 142 en el Informe de competitividad 2011-2012 del Foro Económico Mundial, superado por Haití, que se encuentra en el puesto 136, y sólo por encima de los países africanos Yemén y Angola".
Por otro lado, en el año pasado, 2011, la República Dominicana descendió nueve puestos en lo que respecta a las posiciones de las economías en el mundo, al pasar del lugar 110 de 142 países, según el Informe de Competitividad.
"Sigue siendo doloroso e imperdonable -dice la periodista Inés Aizpún del Diario Libre, el desempeño de la República Dominicana, n. de j.m.j.- en capítulos como Desvío de los fondos públicos, Confianza de la población en los políticos, Favoritismo en las decisiones de los gobernantes, Despilfarro del gasto público. (Redundante -dice-, insistir en la energía eléctrica o en la calidad de la educación y su efecto en la competitividad). Son problemas viejos e internos, ajenos a la recesión global", concluye.
Señoras y Señores:
No ha habido en los anales que registra la historia dominicana prócer alguno que haya sido más embestido, calumniado, maltratado, vejado y humillado que Juan Pablo Duarte y Díez.
Ni siquiera el anexionista general Pedro Santana y Familia ha sido objeto por sus abruptas actuaciones de tan acervas críticas, y despiadados comentarios.
Pero la Historia es tan sabia como los pueblos que la hacen, y más aún, que aquellos que tienen la formidable dicha de escribirla con nobleza y sabiduría.
A Duarte, el más conspícuo y puro de todos los dominicanos, lo han querido rebajar a sitiales estercoleros aquellos que producto de la ignorancia y el cretinismo no han alcanzado a ver en el horizonte su apoteósica obra revolucionaria, para que fuésemos libres y felices.
Los negadores de toda grandeza o hazaña histórica siempre han existido. ¡Jesús, el más grande entre los hombres que registra los anales de la Historia, cuántas veces fue objeto de la censura, la calumnia, la envidia y la traición!
El legado de Juan Pablo Duarte, hoy más que nunca, tiene un inmenso valor para todos los dominicanos y las dominicanas. Esa es una verdad irrefutable. Las pasiones políticas siempre han estado presente en cada período de nuestra vida republicana, ¿cómo no iban a estar latentes al calor del nacimiento de nuestra República en 1844?
El destacado historiador dominicano, don Vetilio Alfau Durán al hablar de la grandeza de Duarte ha apuntado acertadamente estas formidables palabras.
"Duarte, a más de autor de la magna idea nacionalista (...) fue el activo director de la ardua brega revolucionaria en el espinoso sexenio que corrió desde la instalación de la benemérita sociedad La Trinitaria hasta la proclamación de la Independencia en el Baluarte del Conde, pronunciamiento que, dicho sea de pasada, no se debió solamente a los duartistas, porque en ese memorable suceso están lo mismo en primera línea hombres como Tomás Bobadilla, Manuel Jimenes, Remigio del Castillo y otros, quienes demostraron en el terreno de los hechos su poca o ninguna afinidad con la persona y los puros ideales de Duarte. Este eminente patricio, cuyas albas vestiduras lucen en la historia dominicana libres de las manchas del fango de nuestra política, así como de cualquier otra indigna flaqueza de carácter, lo único que no pudo alcanzar fue destruir el espíritu conservador o retrógrado de muchos dominicanos representativos de aquella época, los cuales, a espaldas del fundador, ampararon aquel movimiento con indiscutibles prestigios políticos y sociales; pero tan bien con el no disimulado propósito de apoderarse del fruto de una labor que contrariaron por todos los medios posibles y todavía aspiraban (y aspiran hoy en día no pocos, n. de j.m.j.) a que no llegara a su completa realización. Para convencernos de esta amarga verdad, basta con leer el ´Acta de Nuestra Independencia´, esto es, la ´Manifestación de los Pueblos de la parte Este de la Isla antes Española o de Santo Domingo, sobre las causas de su separación de la República Haitiana, de Enero 16 de 1844´, acta a la cual se puede llamar con toda propiedad la Biblia de los conservadores dominicanos, pues en ella se comete el sacrilegio de no ver el progreso político-social sino simple ´espíritu de novedad´: se considera como unión o comunidad de derecho lo que no fue más que una violenta ocupación afro-haitiana...".
El patriotismo integérrimo, puro y revolucionario de Duarte vive y vivirá por los siglos de los siglos. Su grandeza y gloria fecunda no lo han podido eclipsar, ni podrán jamás, aquellos a los que la Historia ha tirado en el zafacón del olvido.
Ilustre y noble Patricio: Hoy a 199 años de tu natalicio, la Patria que con gallardía y nobleza imperecedera fundaste, en 1844, para que fuésemos libres, independientes y soberanos como Nación, te decimos, que jamás permitiremos que tu gloria y honra sean mancilladas y vejadas por indignos ciudadanos que sólo merecen ser olvidados y borrados de cuajo de los anales de la historia. Loor a tu sagrado nombre hoy y siempre...!
El autor es ingeniero, escritor, miembro de la Academia Dominicana de la Historia
y de la "Cátedra de José Martí" en la UASD.
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