Con un largo comunicado lleno de intenciones pero vacío de medidas concretas, este martes ha concluido la II Cumbre de Seguridad Nuclear, que ha reunido en Seúl a 53 jefes de Estado y de Gobierno. A diferencia de la primera reunión celebrada hace dos años en Washington, que sentó las bases para reducir en 2014 las reservas mundiales de uranio enriquecido y plutonio con el fin de que no cayeran en manos de grupos terroristas, el encuentro ha finalizado sin grandes avances.
Entre otros motivos porque, al margen de sus posturas enfrentadas en Siria, han aflorado las diferencias entre Estados Unidos y Rusia a cuenta del escudo antimisiles que la Casa Blanca planea levantar en Europa. Aunque el presidente norteamericano, Barack Obama, abogó al principio de la cumbre por seguir reduciendo el arsenal atómico global, se marcha de Corea del Sur sin arrancarle a su homólogo ruso, Dmitry Medvedev, un compromiso como el alcanzado en Washington en 2010. En aquel entonces, ambos países acordaron eliminar 37 toneladas de plutonio, con las que se podrían fabricar 17.000 bombas atómicas.
Pero, en esta ocasión, el miedo del Kremlin a que el Pentágono plante sus misiles cerca de sus fronteras de Europa del Este ha impedido nuevos recortes armamentísticos y de material nuclear.
Las elecciones en ambos países parecen haber influido para que no se repitan los progresos, aunque más en EE.UU. que en Rusia, donde Vladimir Putin volverá a hacerse con las riendas del Kremlin en mayo. Como reconoció el lunes Obama ante Medvedev sin darse de que un micrófono abierto estaba grabando su conversación, tendrá “más flexibilidad” para negociar en 2013 durante su segundo mandato, dando por hecho que ganará la cita con las urnas prevista para noviembre. Una confiada imprudencia que, por supuesto, ha sido muy criticada por sus rivales republicanos.
“Aunque la cumbre es un paso adelante, aún queda mucho por hacer y es una pena que países como Rusia no hayan anunciado nuevas reducciones de sus reservas radiactivas, algunas de las cuales son las más sensibles de caer en las redes de contrabando y tráfico de armas”, explicó a ABC Duyeon Kim, subdirectora del Centro para el Control de Armas y la No Proliferación. A su juicio, otro de los fallos de esta cumbre es «la falta de financiación para implementar en algunas naciones en vías de desarrollo las medidas de seguridad necesarias para proteger sus materiales nucleares».
Como las recomendaciones de la cumbre son solo sugerencias que no tienen carácter obligatorio y cuyo cumplimiento no es vigilado, más allá de las inspecciones regulares del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), este tipo de foros corren el riesgo de saldarse con meras declaraciones de buenas intenciones. «No se puede hablar de fracaso, pero los mandatarios deberían comprender que la seguridad nuclear es un problema global e imponer requisitos de seguridad internacionales para proteger los arsenales atómicos y las cada vez más numerosas instalaciones nucleares de uso civil», alerta a este periódico Kenneth Luongo, copresidente del Grupo de Trabajo de Materiales Fisibles.
Además de comprometerse a sustituir el uranio enriquecido por empobrecido en 2013, entre los logros de la cumbre destacan la voluntad unánime por el refuerzo de la seguridad en las centrales nucleares tras el desastre de Fukushima y en la lucha contra el contrabando de material radiactivo. En este sentido, Francia, Bélgica y Holanda, tres de los principales suministradores de isótopos con fines médicos, han acordado eliminar el uso de uranio enriquecido en el proceso de producción. Todo con tal de evitar que grupos terroristas se hagan con material radiactivo empleado en hospitales o universidades con fines civiles y lo utilicen para fabricar una «bomba sucia», cuyas consecuencias podrían ser catastróficas.
Tras la cita de Seúl, eclipsada por la intención de Corea del Norte de lanzar a mediados de abril un satélite que podría ser un misil de largo alcance, la próxima Cumbre de Seguridad Nuclear tendrá lugar en Holanda dentro de dos años.
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