En las últimas tres décadas las tasas de obesidad global se han
duplicado y ahora viven en el mundo más de 5
00 millones de personas
obesas.
Este exceso en el peso corporal está causando tres millones de
muertes cada año, según cifras de la Organización Mundial de la Salud.
Pero ¿qué fue lo que causó está epidemia?
Algunos culpan a nuestro estilo de vida, que nos ha vuelto cada vez
más sedentarios, pasando horas sentados frente al computador o la
televisión.
Pero otros expertos creen que los responsables son los alimentos que
comemos. Y más específicamente, dicen, las enormes cantidades de azúcar
que consumimos.
"Genéticamente, los seres humanos no hemos cambiado, pero nuestro
ambiente y nuestro acceso a la comida sí han cambiado", explica a la BBC
el profesor Jimmy Bell, especialista en obesidad del Imperial College
de Londres.
"Todos los días estamos siendo bombardeados por la industria alimentaria para que consumamos más comida".
"Es una guerra entre nuestro cuerpo y las demandas de nuestro
organismo con el acceso a la comida que se tiene en una sociedad
moderna. Y como científico me siento realmente deprimido, porque estamos
perdiendo la batalla contra la obesidad" agrega.
Uno de los más grandes cambios en nuestra dieta se remonta a los años
70, cuando la industria agrícola de Estados Unidos se embarcó en la
producción masiva del maíz y del jarabe de maíz de alta fructosa,
comúnmente utilizado hoy en todo el mundo como edulcorante en alimentos
procesados.
Esto provocó un incremento masivo en las cantidades de alimentos
baratos abastecidos a los supermercados estadounidenses: desde cereal
hasta galletas de bajo precio.
Como resultado, las hamburguesas se hicieron más grandes y las papas fritas se hicieron más grasosas.
Esto, según la nutricionista Marion Nestle, preparó el terreno para la epidemia de obesidad.
"El número de calorías producidas en Estados Unidos, y disponibles a
los consumidores estadounidenses, se incrementó de 3.200 por persona en
los años 70 a 3.900, casi el doble de lo que un individuo necesita".
"Este incremento es enorme y pienso que es la causa de muchos problemas", señala.
El jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF) es un subproducto de
desecho del maíz, increíblemente azucarado e increíblemente barato.
Al principio se le utilizaba en casi todos los alimentos: pizza, ensaladas, carne, pasteles y pan.
Para mediados de los años 80 el JMAF ya había reemplazado al azúcar
en las bebidas gaseosas, lo cual tenía sentido para la industria, ya que
era un 35% más barato.
Pero según algunos científicos, además de más dulce, también es más adictivo que el azúcar.
Y esto, dicen, ha provocado que en las últimas dos décadas el consumo promedio de estas bebidas se duplique.
La industria, por su parte, afirma que este incremento no ha causado
la epidemia de obesidad, sino el hecho de que la gente consume
demasiadas calorías.
"Ciertamente nuestras bebidas gaseosas regulares son una fuente de
calorías, pero si tú consumes muchas calorías y ves mucha televisión o
no haces suficiente ejercicio, es claro que tendrás un problema", afirma
Susan Neely de la Asociación Estadounidense de Bebidas Gaseosas.
Pero el doctor Jean-Marc Schwarz del Hospital General de San
Francisco cree que lo peligroso es la enorme cantidad de fructosa que
consumimos en todo el mundo.
En un principio, el jarabe de maíz de alta fructosa se utilizaba en pizzas, ensaladas, pasteles y toda clase de comidas.
"Ésta no tiene un efecto tóxico como el plomo o el mercurio, lo que es tóxico es la cantidad que se consume", dice.
La fructosa se convierte fácilmente en grasa en el cuerpo y los
científicos han descubierto que también suprime la función de una
hormona vital llamada leptina.
Se cree que esta hormona controla la regulación del hambre y apetito en el cerebro.
Cuando el hígado se ve inundado con azúcar, la leptina deja de funcionar y el organismo no sabe cuando está lleno.
"Esto provoca que tu cerebro piense que te estás muriendo de hambre
aunque acabes de comer. Lo cual causa un círculo vicioso de consumo,
enfermedad y adicción", dice a la BBC el doctor Robert Lustig, profesor
de endocrinología de la Universidad de California, en San Francisco.
"Y esto explica lo que ha ocurrido en todo el mundo" agrega.
Pero hace dos décadas surgió un fuerte debate entre los expertos
sobre lo que estaba causando el incremento de enfermedades
cardiovasculares, que en gran parte eran provocadas por el aumento en el
peso corporal.
Esto condujo a un nuevo término en nuestros hábitos de consumo: los alimentos "bajos en grasas".
Estos productos no sólo prometieron enormes ganancias para la
industria, sino también acabar con el potencial desastre de salud de las
enfermedades del corazón.
De la noche a la mañana, todo el mundo comenzó a comprar yogur, margarinas, postres y galletas "bajos en grasas".
Pero gran parte de la grasa que se retiró a estos productos fue reemplazada con azúcar.
Para cuando los científicos se dieron cuenta de que quizás no era
buena idea reemplazar grasa por azúcar, ya era demasiado tarde: el mundo
estaba enfrentando una crisis de obesidad.
Hoy, cada vez más expertos están comenzando a pensar que hay algo específico en la fructosa que está acelerando la obesidad.
"Si la grasa fuera la causa, esto no sería tan malo", dice el doctor Lustig.
"Pero si la causa es el azúcar, esto sí es algo desastroso. Y creo
que con lo ocurrido en los pasados 30 años hemos respondido ya a esa
pregunta", agrega el científico.
UN APUNTE
La enfermedad
Según Wikipedia, la obesidad es la enfermedad crónica de origen
multifactorial que se caracteriza por acumulación excesiva de grasa o
hipertrofia general del tejido adiposo en el cuerpo; es decir cuando la
reserva natural de energía de los humanos y otros mamíferos, almacenada
en forma de grasa corporal se incrementa hasta un punto donde está
asociada con numerosas complicaciones.
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