Portando nada más que una hoja de parra, sandalias de gladiador y un particular bigote, Eugen Sandow representó en un momento una imagen de lo que se creyó era la perfección masculina.
Sandow fue el precursor de la cultura por el físico que hizo populares los gimnasios. Pero ¿Cuán impresionante es su cuerpo hoy?
De joven, Sandow solía visitar museos y estudiar el ideal griego representado en las estatuas. Estos cuerpos se convirtieron en su fórmula para el
físico perfecto y adoptaba las poses mientras flexionaba sus músculos en postales y en los escenarios,
volviendo locas a señoras -y señores- de la época Victoriana.
Pero el fisicoculturista era un hombre muy moderno, avanzado en el tiempo. Más allá de obsesionarse con su cuerpo, Sandow supo vender su imagen, idealizando los abdominales marcados que se han convertido en el Santo Grial para los hombres conscientes de su apariencia.
Antes que él, nadie creyó que el cuerpo de un ser humano podía alcanzar la perfección esculpida del arte clásico.
Sandow alcanzó la fama tras ganar una competencia que buscaba al hombre más fuerte del mundo.
Pero no sólo hizo que la apariencia fuera popular, sino que la hizo posible.
“Él era una celebridad de la época, el ejemplo de una marca personal como Madonna o David Beckham”, dijo David Waller, autor de El hombre perfecto, que cuenta la historia, casi olvidada, de Sandow.
“Hay muchos paralelismos con el mundo moderno, ya que se hizo popular en una competencia de talentos”, explicó Waller. “Sandow se hizo famoso primero en el Reino Unido y después en Estados Unidos en una época en la que medios estaban creciendo rápidamente, eso permitió que su imagen viajará alrededor del mundo”.
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