La mujer de Taj Mohammad había estado hospitalizada, así que su hija de seis años iba a tener que casarse con su vecino un año después. Esta lógica no es tan marciana como parece: ocurrió en un campo de refugiados afgano hace unos meses, cuando el cabeza de familia pidió prestados unos 2.000 euros (2.500 dólares estadounidenses) a uno de sus vecinos.
Con ellos pretendía pagar no solo el tratamiento hospitalario de su mujer, sino la cobertura de sus nueve hijos. Hicieron un trato: si Taj no podía devolver el dinero en un año, su hija de seis años, Naghma, le sería entregada al hijo de 17 años del prestamista en matrimonio. Taj aceptó.
Y pasaron los meses. Efectivamente, Taj fue incapaz de reunir los 2.000 euros. Uno de sus hijos terminó muriendo, literalmente, de frío. Y todo apuntaba a que Naghma iba a terminar siendo la esposa de su vecino para saldar la deuda familiar. Su futuro marido exigió que fuera dejando la escuela, la cual, según su padre, la niña adoraba.
“Nos decían que les diéramos su dinero y yo no tenía dinero alguno, así que tuve que entregarles a mi hija pequeña”, explica Taj. “En su momento les agradecí mucho el préstamo y la decisión fue mía, pero también se me exigía que cumpliera con parte del trato”.
Así las cosas, Naghma es hoy la soltera sin compromiso que le corresponde a su edad. Un donante anónimo de EEUU ha entregado los 2.000 euros de su bolsillo a un abogado para que pague la deuda de la familia. Ha comprado su libertad, dicho de otra forma, lo cual ha convertido a Naghma en una privilegiada en su entorno: a la mitad de las chicas de Afganistán se les obliga a casarse antes de cumplir los 15 años, según calcula la ONU, por mucho que el mínimo legal sea de 16 para las chicas.
Pero no por ello es esta una historia con final feliz: Naghma seguirá viviendo bajo condiciones de extrema pobreza en el campamento de refugiados de Kabul, donde es posible que acabe viéndose obligada a casarse con alguien cuando sea mayor.
El principal motivo de que suceda esto es la pobreza, explica Manizha Naderi, directora de Mujeres por las Mujeres Afganas, una organización que ha creado varios refugios en diferentes partes del país.
“Generalmente las chicas son vendidas”, añade. “Y en la mayoría de los casos el marido es mucho, mucho mayor”.
Y así en 50 países emergentes que trafican con sus propias hijas y casi siempre les exige que dejen los estudios. “Lo que no saben los padres”, explica Stephanie Sincalir, autora del documental Too Young To Wed: The Secret World of Child Brides (Demasiado jóvenes para casarse: el mundo secreto de las novias infantiles), “es que al mermar la educación de una niña están perpetuando el ciclo de la pobreza”.
Y termina: “Como me dijo un policía afgano: las niñas suelen ser vistas como un lastre en sus familias mientras que los chicos son reyes”.
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