Los análisis de sangre se están consolidando como un método fiable y seguro para conocer el sexo del bebé desde las primeras semanas de gestación, según un equipo de científicos de Estados Unidos que ha revisado la efectividad de esta nueva técnica, en comparación con otras como la amniocentesis o la ecografía.
La sangre de la madre presenta información suficiente para determinar el sexo del feto a partir de la séptima semana de embarazo, según los resultados de una revisión de 57 estudios sobre el tema, publicada en 'Journal of the American Medical Association' (JAMA). Esto representa una ventaja sobre la ya tradicional ecografía, que ha de esperar hasta la undécima semana y no ofrece tanta seguridad.
En cuanto a la amniocentesis, que permite estudiar el sexo y otras características genéticas del feto a partir de una muestra de líquido amniótico, se trata de una prueba invasiva que presenta un cierto riesgo, aunque mínimo, de malograr el embarazo. Por todo ello, los expertos consideran que el análisis de plasma sanguíneo, donde flotan fragmentos sueltos de los genes del futuro bebé, podría consolidarse como una técnica idónea tanto para determinar el sexo como para realizar otra clase de diagnósticos genéticos.
Los investigadores, de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EEUU, tras analizar los diferentes estudios que han evaluado la técnica, han llegado a la conclusión de que el sexo del feto puede determinarse correctamente mediante un análisis sanguíneo, a partir de la séptima semana, entre un 95% y un 99% de las veces. El porcentaje es muy superior al que se obtiene con la ecografía, técnica que no resulta concluyente en al menos un 7,5% de los casos, cuando se realiza a partir de la undécima semana.
Respecto a los análisis de orina, sin embargo, el estudio ha concluido que no son fiables para obtener información relativa al feto.
Conocer desde las primeras semanas el sexo del feto no sólo tiene una importante función social -ya que los padres desean saber este dato cuanto antes-, sino que permite evaluar la posible existencia de desórdenes genéticos ligados a los cromosomas sexuales (X e Y).
La técnica consiste en analizar los fragmentos de ADN no celular en el plasma, procedentes del feto; a partir de la séptima semana, la abundancia de estos fragmentos es suficiente para evaluar, en más del 95% de los casos, si el feto es portador del cromosoma Y (con lo que sería un varón) o no (de modo que sería mujer).
En varios países europeos, como España, Francia, Reino Unido u Holanda, los análisis sanguíneos ya están establecidos en mayor o menor medida, pese a la "ausencia de una evaluación formal de su efectividad", según los investigadores estadounidenses, liderados por la doctora Stephanie A. Devaney.
En España, el primer centro en implantar los análisis sanguíneos para conocer el sexo del feto fue el Hospital Virgen de las Nieves de Granada, en el año 2008. El coste de la técnica, que aún no se ha extendido a nivel nacional, está cubierto por la Sanidad pública para las familias con antecedentes de enfermedades monogénicas.
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