La "muñeca caliente", ese estado de gracia en que entran algunos jugadores de baloncesto que de un momento a otro no paran de encestar, es un mito.
Al menos, según un estudio publicado por la revista Nature Communications, que considera que después de un acierto lo más probable es que venga un error
Sea una cuestión psicológica, sea mecánico, lo cierto es que técnicos y aficionados consideran que un acierto alimenta el siguiente.
Y que en el mejor de los casos puede derivar en la "muñeca caliente", el anotador infalible.
Esa es la creencia popular, el que anota un triple, animado por el acierto o porque le tiene la medida al aro, es más probable que haga lo mismo con el siguiente.
Pero los investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén Yonatan Loewenstein y su pupilo Tal Neiman aseguran que la realidad es bien distinta.
Loewenstein y Neiman pusieron a examen la creencia popular de que el triplista que acierta mejora su probabilidad de volver a hacerlo.
Después de examinar más de 200.000 casos de 291 jugadores de la NBA entre 2007 y 2009, llegaron a la conclusión de que después de un acierto, lo más probable es que venga un error.
También estudiaron 15.000 intentos de la liga profesional femenina, WNBA, de la temporada 2088-2009, y su conclusión fue la misma.
El poder de la inspiración
El análisis demostró que los aciertos o errores afectan al comportamiento del jugador en el transcurso del partido.
Según el estudio, después de un triple, los jugadores se predisponían a volver a intentarlo.
Así, encestar tres puntos servía de refuerzo positivo hasta el punto que disparaba el estado anímico. Con la confianza por las nubes, volvían a intentarlo.
Pero la conclusión fue que la mayoría fallaba después del acierto.
Además, los que fallaban un intento, resultó que tenían más posibilidades de acertar el siguiente.
Según Loewenstein, los jugadores "asumen que incluso un tiro es un indicativo de cómo será el futuro desempeño".
"No toman en cuenta que la situación en que se produjo el acierto es seguramente diferente a la del siguiente intento".
El investigador considera que pese a los años de experiencia, los profesionales del baloncesto permiten que sus acciones afecten su comportamiento de forma negativa.
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