“El marido de esta mujer tiene derecho a matarla”Najiba fue ejecutada en Afganistán tras ser acusada de adulterio por pasar un mes fuera de su aldea
El asesinato público de una mujer en Afganistán vuelve a poner de
relieve la brutalidad y el primitivismo de parte de esa sociedad, pero
sobre todo lo poco que ha conseguido una década de ocupación occidental.
Su difusión en vídeo sólo añade sal a la herida, en especial por su
coincidencia con la Conferencia de Donantes de Tokio en el que se ha
vinculado la futura ayuda al desarrollo a avances en la gobernanza, la
justicia y los derechos de la mujer.
No está claro quién está detrás de ese fusilamiento que decenas de
hombres celebran jaleando al asesino en una aldea de la provincia de
Parwan, a apenas un centenar de kilómetros de Kabul. Lo único seguro es
que quien sigue pagando los platos rotos de la ignorancia, la pobreza y
las luchas de poder es la mujer afgana, a la que en este caso, como en
muchos otros, se acusa de adulterio para cubrir de pretendida legalidad.
Los talibanes han negado su implicación y atribuye el incidente a un
arreglo de cuentas tribal, versión respaldada por las autoridades.
El vídeo muestra a la víctima de 22 años, Najiba, sentada sobre sus
talones, a la espera de su ejecución. No intenta moverse ni escapar.
Según la agencia France Presse, su supuesto juez, un hombre de barba
negra, pronuncia esta sentencia. “Esta mujer, hija de Sar Gul, hermana
de Mostafa y esposa de Juma Khan, se escapó con Zemarai. No se le ha
visto en el pueblo durante un mes”, enuncia, tras haber leído unos
versículos del Corán.
“Pero, afortunadamente, los muyahidines la han atrapado. No podemos
perdonarle”, prosigue el juez. “Dios nos dice que acabemos con ella.
Juma Khan, su marido, tiene derecho a matarla.” Un hombre vestido de
blanco coge entonces un Kaláshnikov, y dispara sobre la mujer al grito
de “Allah akbar” (Alá es grande). Las dos primeras balas no alcanzan a
Najiba. La tercera golpe su cabeza. La jóven se desploma. El verdugo
dispara al menos otras diez veces sobre el cadáver.
En la multitud de hombres que la rodean, algunos graban la escena con
sus móviles. Otros piden al verdugo que no se ensañe más. Otros
sonríen.
Según Roshna Khalid, una portavoz de la provincia de Parwan, Najiba
fue detenida por los talibanes por haber mantenido relaciones
extramatrimoniales con un comandante talibán del distrito de Shiwari, en
la provincia de Parwan, al este del país.
Hace 16 días, los insurgentes decidieron “en menos de una hora” que
Najiba era culpable y la condenaron a muerte. “La han ejecutado delante
de los habitantes del pueblo”, explica Khalid
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