Kobe Bryant y Dwight Howard protagonizan un intercambio de palabras que no llega en el mejor momento para los Lakers de Los Ángeles, organización que debe estar por encima de todo.
Pero este match verbal confirma la tesis que he sustentado siempre: las cosas malas siempre salen a relucir cuando todo anda mal. Cuando el color de rosa prima y las victorias llegan en cantidades industriales nadie se atreve a discutir ni a señalar a nadie, en cambio, cuando el panorama empeora, siempre se empieza a buscar culpables y es ahí cuando llegan los momentos tirantes entre compañeros o miembros de un mismo bando como el que protagonizan Kobe y Howard.
Bryant lanzó primero al decir que probablemente Dwight nunca había jugado con dolor en su carrera, en cierto modo, animando al convaleciente compañero para que obviara su lesión en un hombro y ayudara a los Lakers.
Kobe incluso afirmó que eso era una experiencia nueva para su compañero.
Howard fue más venenoso aún: “Kobe no es doctor”, dijo. Ciertamente Kobe no es doctor, pero a mi juicio tiene razón en todo esto. El mejor ejemplo lo dio el propio Bryant al jugar el anterior encuentro de los Lakers con tendinitis en un codo.
Howard fue más venenoso aún: “Kobe no es doctor”, dijo. Ciertamente Kobe no es doctor, pero a mi juicio tiene razón en todo esto. El mejor ejemplo lo dio el propio Bryant al jugar el anterior encuentro de los Lakers con tendinitis en un codo.
Howard ha demostrado cero respeto al juego y cero ética desde sus últimos días en Orlando, donde incluso se comprometió a seguir allí hasta el final de su contrato, cosa que no cumplió. Pidió cambio públicamente una y otra vez y hay reportes que lo culpan del despido del dirigente Stan Van Gundy en Orlando.
Diga lo que diga, su antecedente me hace darle la razón a Kobe en esto que dice. No me gusta la manera como se maneja el cómico grandulón al que una vez apodaban Superman. Los Lakers apostaron a él y hasta este momento no le ha dejado los dividendos deseados, claro, eso es algo puede cambiar.
Tan aciaga ha sido su presencia en Los Ángeles que se ha hablado hasta la saciedad de un posible cambio, cosa rara para alguien por el que se apostó tanto.
Y para colmo de males, ni siquiera ha dicho si se va o se queda.
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