Cuando ocurrió la tormenta, una joven llamó a su casa desde la tienda en la que trabajaba para saber cómo estaban sus padres. Los celulares de éstos sólo sonaban y después se perdió el contacto.
Amor Limbago, de 21 años, se dirigió a toda prisa a su casa tan pronto como bajaron las inundaciones que habían aparecido de súbito y confirmó el peor de sus temores: sus padres y siete parientes más ya no estaban, se los había llevado la corriente de un río de la choza en la que se encontraban.
Apenas días antes, toda la familia se había puesto de acuerdo para realizar en el lugar una pequeña comida de Navidad.
"Regresé y vi que no quedaba nada de nuestra casa", dijo Limbago entre lágrimas a The Associated Press desde la ciudad de Cagayán de Oro. "Sólo había lodo y aguas que llegaban a la rodilla en todo el lugar".
La tormenta tropical Washi se disipó el domingo tras la devastación que causó en una amplia franja de la región montañosa en la isla de Mindanao, cuyos habitantes no están acostumbrados a meteoros de gran intensidad.
La mayoría de las víctimas dormían el viernes en la noche cuando las inundaciones aparecieron de súbito desde las cuestas de las montañas. Las corrientes arrastraban troncos y árboles arrancados y causaban el desbordamiento de ríos, con resultado de al menos 652 muertos.
La tormenta tropical de finales de temporada azotó con mayor intensidad las ciudades costeras de Cagayán de Oro y la de Iligan, cerca una de la otra, y las convirtió en terrenos yermos, cubiertos de lodo, vehículos volteados y árboles arrancados.
La mayoría de los muertos fueron niños y mujeres, dijo la secretaria general de la Cruz Roja filipina, Gwendolyn Pang. Más de 900 personas continúan desaparecidas, la mayoría en las dos ciudades, agregó.
El secretario de Defensa, Voltaire Gazmin, y funcionarios militares de alto rango viajaron a Cagayan de Oro e Iligan para supervisar las acciones de búsqueda y rescate, y ver la manera para atender a los miles de aldeanos desplazados.
Entre los artículos de necesidad urgente figuran ataúdes y bolsas para cadáveres, dijo Benito Ramos, jefe de la agencia gubernamental para reacción frente a desastres.
Miles de soldados con apoyo de centenares de policías, reservistas, efectivos de la guardia costera y voluntarios civiles fueron movilizados para las labores de rescate y limpieza en las dos ciudades costeras, a las que cubrían escombros, basura, vehículos volcados y árboles derribados tras las inundaciones.
Algunos de los cadáveres fueron arrastrados por las corrientes hasta el mar desde Cagayan de Oro e Iligan, ciudades a las que cruzan ríos y flanquean montañas, en una región que no está acostumbrada a los tifones, los cuales son comunes en otras partes de esta nación archipiélago.
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