Hay más hambre en Yemen que en el África Subsahariana: se estima que el 44% de la población -unas 10 millones de personas- está malnutrida, y que cinco millones requieren de asistencia inmediata. Los trabajadores humanitarios la llaman "una tragedia silente".
A la sombra de conflictos políticos internos, este hecho recién empieza a capturar la atención de los donantes internacionales. Esta semana, países árabes y de Occidente prometieron suministrar ayuda a esa nación por un monto superior a los US$4.000 millones.
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El dinero será empleado en "ayudar a alcanzar la seguridad, estabilidad y prosperidad,
ante las amenazas de extremismo y terrorismo", según declaró el canciller de Arabia Saudita, Saud al-Faisal.
En concreto, servirá para apoyar la moneda, cubrir el déficit y fortalecer a los cuerpos de seguridad, según le dijo a la BBC un funcionario de alto nivel del gobierno saudí.
Aunque el frágil gobierno de Saná recibirá los fondos con beneplácito, el dinero no atenderá las necesidades humanitarias urgentes de quienes enfrentan la hambruna fuera de la capital, dice la corresponsal de la BBC Emily Buchanan.
Días antes, diez organizaciones no gubernamentales habían emitido un comunicado según el cual Yemen se encuentra al borde de una catástrofe alimentaria.
Normalidad trágica
Durante los últimos meses, Yemen se ha visto sacudido por protestas pro democráticas, desórdenes en las comunidades del norte y conflictos islámicos en el sur. En febrero, el presidente Alli Abdullah Saleh renunció en respuesta a meses de manifestaciones que paralizarle el país.
Militantes islamistas se aprovecharon de la situación para tomar control de zonas del sur, que ahora se consideran puntos fuertes de la organización al-Qaeda en la península.
Pero el problema alimentario es de larga data.
"No hay imágenes de hambruna aquí. No hay buitres dando vueltas sobre las cabezas de bebés esqueléticos. No hay cámaras grabando moscas que aterrizan sobre rostros ahuecados. No hay conciertos de rock para crear conciencia", describen los corresponsales de la BBC Hugh Macleod y Annasofie Flamand.
Los efectos de la malnutrición pasan de generación en generación en Yemen.
"El hambre en Yemen -prosiguen nuestros corresponsales- es un hecho de la vida. Un silencioso declive en la salud, educación y el empleo que pasa de una generación a la otra. El hambre arruina la vida de las mayoría de las familias que viven más allá de las ciudades, en esta tierra enorme e implacable".
Niños con cuerpos huesos y estaturas por debajo del promedio son algunos de los efectos visibles de pasar años sin ingerir suficientes alimentos, y están ahí para quien quiera mirar más de cerca, de acuerdo con los periodistas.
La primera petición de ayuda Naciones Unidas para Yemen ha recibido una respuesta muy por debajo de lo esperado, algo que la Casa Blanca ha calificado de "deplorable".
En junio pasado, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) tuvo que reducir a la mitad las raciones que proveía a unos 300.000 desplazados en el norte de Yemen.
A pesar de recientes donativos de Estados Unidos, el PMA dice que no no podrá seguir cubriendo al 90% de sus beneficiarios, que incluyen niños, mujeres embarazadas y personas en situación alimentaria crítica.
Sordos
El PMA ha tenido que reducir la distribución de alimentos.
Abdel Karim al-Aryani, un consejero político del presidente yemení Ali Abdullah Saleh, dice que la comunidad internacional ha tenido oídos sordos para con la crisis humanitaria yemení.
"El mundo conoce a Yemen como un refugio de al-Qaeda en la Península Árabe, y que Yemen es un lugar peligroso. Sólo saben del aspecto de seguridad. El sufrimiento es completamente ignorado", dice.
Sin embargo, críticos del gobierno argumentan que es el Estado el que ha ignorado la crisis del hambre, que ha fracasado en la tarea de articular su propias peticiones de ayuda internacional, y que no ha hecho nada sobre la corrupción endémica, que ha puesto al país al borde de la inanición.
"Todo esto es producto de una distribución de la riqueza demencial", dice Abdul Ghani Aryani, analista político independiente.
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