El procurador general de la República, Francisco Domínguez Brito, declaró ayer que el gobierno está “preocupado” ante la ola de violencia intrafamiliar, que ayer cobró otras seis víctimas, tres mujeres y dos maridos feminicidas que se suicidaron, dejando brutalmente huérfanos a otros siete hijos e hijas, que se suman a las 361 víctimas colaterales contabilizadas este año, casi todos menores de
edad. Una sexta víctima se suicidó en Santiago porque su ex mujer se negaba a reconciliarse.
“El gobierno está preocupado por esta violencia de género, que parece agravarse.
Este mismo mes someteremos una nueva estrategia para prevenir los feminicidios”, dijo Dominguez Brito.
Agregó que se debe dar otro enfoque a las estrategias para reducir la violencia intrafamiliar y que debe hacerse de manera conjunta con la sociedad”, agregó.
Dijo estar alarmado por los hechos sangrientos ocurridos ayer en el ensanche Lupéron de la capital y en San Pedro de Macorís, con un saldo de tres madres muertas y dos padres suicidados, que han consternado el ánimo del público.
Viernes sangriento
En el ensanche Luperón, del Distrito Nacional, el comerciante Gilberto González, mató a balazos a su esposa, Jacqueline Méndez, de 39 años, y a su ex cuñada, Xiomara Capellán, luego que tuvieran una discusión por intimidades de la familia, dijo la Policía. Una hora más tarde, el doble feminicida se suicidó disparándose con la misma pistola.
En el ensanche Luperón, del Distrito Nacional, el comerciante Gilberto González, mató a balazos a su esposa, Jacqueline Méndez, de 39 años, y a su ex cuñada, Xiomara Capellán, luego que tuvieran una discusión por intimidades de la familia, dijo la Policía. Una hora más tarde, el doble feminicida se suicidó disparándose con la misma pistola.
La tragedia conmocionó el vecindario de la calle 2 Sur y 25 Este, del ensanche Luperón.
Ambas mujeres eran madres de tres hijos cada una. Dos de los hijos de Méndez eran hijos del matador González, que previamente los llevó al colegio donde estudian y luego regresó para matar a las dos mujeres.
Mientras que en San Pedro de Macorís, el médico Nicolás Fondeur, de 47 años, mató de un balazo en la cara a su esposa Liquenia Villa, de 35, quien también era médico.
Luego, el doctor se suicidó con la misma pistola disparándose en la sien. Junto a los dos cadáveres ensangrentados, descubiertos en la alcoba matrimonial, la Policía encontró a una niña de 5 años, única hija de la pareja.
Fondeur era especialista en ortopedia y trabajaba en el Hospital Antonio Musa, de San Pedro, mientras que Villa, nacida en Cuba, trabajaba en los servicios médicos sociales de la Iglesia de la Cristianización. Los investigadores policiales entrevistaron ayer a varios familiares y vecinos de las víctimas, y en ambos casos se adelantó que las perejas arrastraban rencillas e incomprensiones sentimentales. La sexta víctima fue Bernardo Almonte, de 42 años, quien se ahorcó en el baño de su casa de Cienfuegos, Santiago, afectado por una depresión que le provino por la separación de su esposa.
Referente a estos feminicidios, el procurador Domínguez Brito dijo que su aumento y la acentuada violencia entre parejas de distintos niveles sociales, ponen en evidencia graves fallas en el sistema de justicia. “Es una situación bastante compleja que se va complicando cada vez con hechos más violentos y sangrientos”.
Entrevistado en el Palacio Nacional, dijo tener que rediseñarlo todo para que el país tenga una política más efectiva de prevención, y adelantó que convocará a los organismos competentes para reformular nuevas estrategias que evitarán tantas tragedias en el seno de las familias.
Tras calificar de alarmantes los hechos de ayer, dijo que no era posible que se mantuviera esa situación sin que las autoridades y toda la sociedad formulen un nuevo plan que reduzca la violencia. “Hay que preguntarse qué pasa, por qué tanta violencia, maltratos, abusos y falta de respeto en las familias, porque tenemos que romper el círculo y la cultura de muerte que parece acrecentarse en el país”.
OBISPO EXPRESA PESAR POR FEMINICIDIOS
El obispo de Barahona, monseñor Rafael Felipe, dijo ayer que la iglesia Católica está preocupada y alarmada por la ola de violencia familiar y la cantidad de feminicidios que se han registrado en los dos últimos años. Por igual, el prelado se refirió a los suicidios y otras muertes violentas que se producen a diario en distintas regiones del país.
El obispo de Barahona, monseñor Rafael Felipe, dijo ayer que la iglesia Católica está preocupada y alarmada por la ola de violencia familiar y la cantidad de feminicidios que se han registrado en los dos últimos años. Por igual, el prelado se refirió a los suicidios y otras muertes violentas que se producen a diario en distintas regiones del país.
En declaraciones a nuestro corresponsal en Barahona, Benny Reyes, el obispo dijo que la ola de violencia y muertes se suman a otros graves problemas sociales presentes en la nación, lo que se convierte en “gran desafío” para las presentes autoridades.
“Se trata de una situación muy grave, muy seria, porque se está perdiendo el respeto y el valor de la vida”, expresó el obispo, agregando que las muertes violentas aumentan y que se deben buscar soluciones y aplicar medidas generales que induzcan a los ciudadanos a respetar la vida de los demás y la suya propia, y más aún la de su familia
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