La experiencia es muy parecida a la de tocar un objeto muy caliente, pero los procesos biológicos son distintos.
La sensación de quemadura y las lesiones que pueden producirse cuando tocamos ciertos objetos que se encuentran a muy baja temperatura son similares, aunque no idénticas, a las que experimentamos cuando tocamos objetos muy calientes. No obstante, aunque las sensaciones
sean muy parecidas, los procesos que producen el daño biológico son diferentes. En el caso de los objetos fríos, la transferencia de calor desde el objeto caliente (nuestros dedos) al frío (el hielo) puede dar lugar a la congelación del agua contenida en las células, con formación de cristales de hielo que, si crecen lo suficiente,
pueden desgarrar las membranas celulares, provocando que el líquido contenido en su interior se derrame. El resultado final es la destrucción de los tejidos congelados.
Como en el caso de las quemaduras por alta temperatura, el objeto frío debe reunir
ciertas características para producir daños. Así, debe tener una temperatura baja y una conductividad térmica alta, para que la velocidad de pérdida de calor sea mayor que la de generación de calor en los tejidos vivos (nuestros dedos). Además, ese objeto debe tener una gran capacidad para almacenar el calor transferido (masa grande y alta capacidad calorífica/calor específico) y el tiempo de contacto debe ser lo suficientemente prolongado (el gradiente térmico suele ser relativamente pequeño comparado con el de las quemaduras por alta temperatura). Solo si se cumplen estas condiciones se podrán producir daños permanentes en los tejidos.
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