Libres para elegir al primer presidente democrático de la historia de Egipto, miles de personas han inundado hoy los colegios electorales para decidir quién será el hombre que tomará el relevo de los militares y se enfrentará a los grandes retos que aguardan a la nación más poblada del mundo árabe. La jornada se está desarrollando sin apenas incidentes y con entusiasmo por parte de los votantes y también con un nuevo síntoma de la normalidad democrática que poco a poco se va imponiendo en el país: las colas para votar son un hervidero de debates políticos.
«Voy a votar a (Ahmed) Shafiq porque Egipto necesita ahora un hombre fuerte que tenga experiencia», asegura Isam Mohamed, un estudiante universitario en un colegio del barrio popular de Imbaba, en la capital egipcia. «Pero, todo lo que dice que va a hacer, ¿por qué no lo ha hecho antes? Tuvo mucho tiempo en los años que fue ministro de Mubarak», le espeta Mohamed Abdala, un joven que porta una camiseta del candidato izquierdista Jaled Ali, el abogado de Derechos Humanos. La campaña electoral ha despertado la curiosidad política de los egipcios, muchos de los cuales reconocen hoy que votan por primera vez en las presidenciales. Cincuenta millones de electores están llamados a las urnas.
«¿Para qué iba a venir a votar antes? ¿Es que iba a salir elegido alguien que no fuera Mubarak?», asegura con sorna Fatma Shaabiya, que apuesta por el islamista moderado Abdelmoneim Abul Futuh, «porque está con la revolución pero también porque es un médico, y yo a los médicos me los creo».
Voto indeciso
No todos tienen tan claro hoy a quién darán su voto. Las colas de votantes, custodiadas por el Ejército y la Policía, están llenas de indecisos, incluso entre opciones aparentemente excluyentes. «No sé si votar a Hamdin Sabbahi (el izquierdista nasserista) o a Ahmed Shafiq (el último primer ministro de Mubarak)», reconoce Attiya Haggar, quien quiere para la presidencia egipcia «un hombre bueno, y todos los que se presentan lo parecen. Estoy hecha un lío», dice la anciana.
Tres candidatos principales lideraban las encuestas hasta hoy: el ex-secretario general de la Liga Árabe, Amro Musa, el islamista moderadoAbdelmoneim Abul Futuh y Mohamed Morsi, el candidato de los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, hoy muchos de los votantes que han hablado con este periódico han defendido a Shafiq o a Sabbahi, candidatos que podrían dar alguna sorpresa de última hora.
Las urnas han empezado a llenarse de votos sin saber qué prerrogativas tendrá el próximo jefe del Estado, algo que no parece importar a la mayor parte de los electores, que mencionan la educación, la sanidad, la economía y la seguridad como principales problemas de Egipto. El Parlamento quiere repartir los poderes Ejecutivos entre a Presidencia y el Gobierno para evitar que un «rais» con demasiado poder se convierta en otro Hosni Mubarak. Sin embargo, la nueva Constitución aún no se ha redactado. La junta militar advirtió el fin de semana pasado que, si los partidos políticos no lograban ponerse de acuerdo para decidir qué prerrogativas tendría el nuevo presidente, ellos sacarían adelante una declaración constitucional de forma unilateral, algo que aún no han hecho.
Algunos de los vicios de las pasadas elecciones parecen haberse corregido. Apenas se ve a gente haciendo campaña o repartiendo octavillas en las puertas de los colegios electorales, algo de lo más común en los pasados comicios. Los votantes también parecen tener más claro qué deben hacer para depositar su voto. Carteles explicativos con fotos pegados a las puertas de las aulas donde se encuentran las urnas facilitan la labor a los egipcios, «pero también es cierto que las elecciones en sí son más sencillas. En las legislativas había más de 100 candidatos por papeleta, mientras que en estas hay 13, que además llevan foto», reconoce el juez Ahmed Abdelaal, encargado de supervisar una de las aulas electorales en un colegio del barrio de Sayida Zeinab.
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