04 diciembre 2012

Había Bajado 120 Kilos: Ahora Se Sacó 4,5 Solo De Piel

Si bajás 120 kilos en sólo dos años, naturalmente vas a tener exceso de piel. A Amanda Smith, de 44 años, le sobró casi un metro cuadrado, cuando pasó de pesar 196 a 76 kilos. La madre de seis y abuela de cuatro niños oriunda de Derbyshire, Inglaterra, se ha sometido a una operación pionera para eliminar los cuatro kilos y medio de piel excedente Smith dice que ahora se siente lo suficientemente segura como para desnudarse delante de su novio Barry, quien nunca antes la había visto sin ropa.
La mujer llegó a pesar casi 200 kilos luego de darse festines de comida para llevar, papas fritas y tortas de crema después del nacimiento de su último hijo hace 11 años. Hasta que en 2009 se sometió a una cirugía de banda gástrica, con lo cual perdió casi 120 kilos en dos años. Aunque el saldo fueron grandes colgajos de piel en todo su cuerpo. En enero se sometió a una operación de nueve horas para eliminar esta piel extra. De esta manera, bajó 11 tallas de ropa en total. Amanda contó que la cirugía la volvió segura de sí misma, al punto de poder ponerse un vestido de fiesta o una bikini por primera vez en su vida. “Me sentía muy bien después de haber perdido peso, pero no podía ver la piel que me quedó cuando me sacaba la ropa”, señaló. “Me daba demasiada vergüenza mostrar mi cuerpo cuando era gorda, pero cuando perdí todo el sobrepeso, seguía pareciéndome repugnante”. Smith admitió que nunca había usado un traje de baño o una bikini en su vida, y que, incluso cuando era niña, le pedía a su madre que le escribiera notas de excusa para que no tuviera que hacer natación en la escuela. Agregó que “siempre mantenía una toalla alrededor de mi cuerpo en los vestuarios de educación física. Pero el verano pasado me fui a Creta con mi pareja y fue la primera en mi vida que me puse una bikini”. “Esto me parece irreal. Todavía entro a los negocios y creo que no va a haber nada que me quede”, indicó. “He tenido sobrepeso desde que era una nena hasta la adultez. Y cada vez que tenía un hijo, el asunto se volvía aún peor”. “Un día me senté y pensé que quería ver crecer a mis nietos. Si bien no estaba enferma, me faltaba el aliento solo de subir las escaleras de casa. Sabía que tenía que hacerlo. Estaba mórbidamente obesa y un ataque al corazón podía ocurrir en cualquier momento”, manifestó.

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