22 febrero 2012

La «Linmanía» arrasa

La «Linmanía» arrasaLa «Linmanía» que se ha desatado en el baloncesto mundial con la nueva sensación de la NBA, el base asiático de los New York Knicks, Jeremy Lin, amenaza con provocar un nuevo conflicto entre China y Taiwán, la isla que permanece independiente desde el final de la guerra civil (1945-49) y cuya soberanía es reclamada por el régimen de Pekín. Con evidentes intenciones políticas, ambas partes se disputan la ciudadanía del joven jugador olvidando a propósito que es norteamericano.

Procedentes de Taiwán, sus padres emigraron en la década de los 70 a Estados Unidos, donde Lin nació hace 23 años. Aunque su pasaporte es estadounidense, ya ha sido bautizado como «una gloria de Taiwán» junto a otras ilustres celebridades de la isla, como el oscarizado cineasta Ang Lee («Tigre y dragón», «Brokeback Mountain»), el diseñador de moda Jason Wu y la golfista profesional Yani Tseng.
Con 23 millones de habitantes y un Gobierno libremente elegido en las urnas, Taiwán sólo es reconocido por una veintena de pequeños Estados, como el Vaticano, Paraguay y Burkina Faso. Desde que, en 1971, fue expulsado de la ONU para que su asiento lo ocupara la República Popular China, el resto de países mudaron sus embajadas de Taipei a Pekín y sus presidentes y ministros apenas tienen a dónde ir en viaje oficial.
Marginados por la comunidad internacional pese a ser una de las naciones más ricas y tecnológicas de Asia, los taiwaneses aprovechan cualquier oportunidad para reivindicar el nombre de su isla. Tras recibirlo en una audiencia especial en 2010, el presidente Ma Ying-jeou ya se ha declarado admirador incondicional de Jeremy Lin, cuyo corte de pelo es imitado por los adolescentes de Taipei que siguen sus partidos en la NBA.
Pero sus proezas bajo los aros están encandilando también a los aficionados del continente, que ya lo reclaman con orgullo patrio porque su abuela nació en la provincia china de Zhejiang. «Lin es un nombre de la casa en China, como Yao Ming, y cada vez hay más voces pidiendo su incorporación a la selección nacional de baloncesto para los Juegos Olímpicos de Londres», proponía la agencia estatal de noticias Xinhua, que apostaba por «atraer el talento de Lin para que éste mostrara su determinación y aprovechara la oportunidad». Claro que, para ello, «Super Lin» debería renunciar primero a su ciudadanía estadounidense y a la posibilidad de jugar con la actual campeona olímpica de baloncesto.
El debate también se ha abierto en internet, donde los foros sociales discuten si Lin es taiwanés o chino. Por supuesto, en la isla no ha sentado nada bien este intento de apropiarse de «su» estrella y los propios familiares del jugador han entrado al trapo defendiendo sus orígenes. «Es un auténtico taiwanés y quien diga lo contrario está equivocado», clamaba su abuela paterna, Lin Chu A-muen.
Por su parte, el propio jugador se muestra más bien cauto y prefiere zanjar la polémica con tanto tacto como el que demuestra con el balón bajo la canasta. «Estoy orgulloso de ser chino y de que mis padres sean de Taiwán», respondió en una reciente entrevista sin decantarse por ninguno de los bandos. Como su amigo Yao Ming, el ídolo del baloncesto chino que se retiró el año pasado tras su brillante carrera en los Houston Rockets, Lin prefiere dejar a un lado la política y dedicarse a lo suyo, que es encestar balones para los New York Knicks en la NBA. Que para eso es, por encima de taiwanés o chino, estadounidense.

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