Se presentó una y otra vez como un hombre de ciencia (con poca o nada de calle) que cayó en una trampa cuando una bella modelo –con la cual chateaba por Internet– le aseguró que estaba enamorada de él y le propuso que se encontraran. Por eso –juró y perjuró el hombre– terminó en el aeropuerto de Ezeiza con 2,080 kilos de cocaína en una valija.
El no sabía nada de la droga, declaró. Detenido por la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) el 23 de enero pasado, Paul Howard Frampton (68 años, reconocido físico teórico inglés, profesor de la Universidad de Carolina del Norte, EE.UU.) basó su defensa en su personalidad “narcisista” que le impidió darse cuenta del engaño que le había tendido una banda de narcotraficantes. Pero no logró convencer a la Justicia: el Tribunal Oral en lo Penal Económico N° 1 lo condenó a cuatro años y ocho meses de prisión.
Aunque estuvo preso algún tiempo en el pabellón 4 del penal de Devoto, hace poco Frampton (por cuya situación legal abogaron tres premios Nobel de Física) logró que le dieran prisión domiciliaria alegando problemas de salud. Un amigo que vive en el país, un ex compañero suyo de Oxford, le dio alojamiento. La pena que le impuso el tribunal –baja, ya que la máxima para el delito de contrabando de estupefacientes de 16 años– le permitirá pedir la expulsión del país a mediados del año 2014.
La historia de Frampton es a la vez singular y alarmantemente parecida a otros dos casos que tramitaron en lo tribunales penales económicos: el de la funcionaria neozelandesa Sharon Armstrong (54) detenida el 13 de abril de 2011 con 5 kilos de cocaína y el de la enfermera estadounidense Catherine Blackhawk (49) que cayó en Ezeiza con cuatro kilos de cocaína. El hecho de ser un reconocido científico fue un factor que contó tanto a favor como en contra de Frampton. Al argumento de por qué semejante intelectual se metería voluntariamente a hacer de “mula” se le contrapuso el planteo de que, con su coeficiente, era imposible que no se diera cuenta de una trampa tan tonta.
Segun explicaron ayer fuentes judiciales a Clarín, lo que terminó de complicar al científico fue el extraño y complejo recorrido que hizo hasta llegar a Ezeiza y los mensajitos de texto y mails que mandó durante las 40 horas que estuvo en el aeropuerto esperando que su “novia” le mandara un ticket electrónico para viajar a Bruselas, donde –dijo– se encontrarían.
“Me preocupan los perros rastreadores”.
“Estoy cuidando tu valija especial”. “¿De qué lado estás: del de los matones de la coca o del de tu marido?”.
“Esto en Bolivia no vale nada, en Europa vale millones”, son algunos de los mensajes
de texto –enviados a un amigo y a su novia– que el fiscal Mario Villar usó para sustentar la culpabilidad del Frampton. El dijo que los había escrito en broma.
Al físico también se le secuestró un papelito escrito de su puño y letra en el que se leía: “1 grm/200.000 U$S. 2.000 grms/400.000 U$S” . “En el juicio él dijo que lo había escrito luego de ser detenido pero se le pidió que volvieran a declarar los testigos de la detención y lo desmintieron” explicó una fuente del caso a Clarín. Eduardo Oderigo, su abogado, sostuvo que “había muy buenas y variadas razones para haberlo absuelto; las expresé en el alegato. Estoy convencido de su inocencia”.
El debate duró tres audiencias. Frampton habló ante los jueces leyendo un texto en inglés (traductor mediante), declararon también tres psicólogas y un psiquiatra y se reconstruyó el itinerario del acusado antes de caer preso en Ezeiza. Primero partió de Estados Unidos a Toronto, pero allí no pudo tomar la conexión a Sudamérica porque el pasaje que le habían mandado había sido comprado con una tarjeta de crédito trucha.
Finalmente, llego el ticket bueno y Frampton partió a Bolivia vía Santiago de Chile.
Segun su descargo, llegó a La Paz esperando finalmente conocer a su enamorada pero ella le mandó a decir que no lo había podido esperar. Entonces se fijó una nueva cita: Bruselas, vía Buenos Aires.
Eso sí, “Karen” –la modelo– le dijo que se había olvidado una valija que quería mucho en La Paz, que la llevara con él a su encuentro.
Luego de esperar 40 horas que –otra vez, el representante de su novia– le mandara el ticket Buenos Aires/Bruselas, Frampton –cansado de mandar mensajitos y mails– aceptó que un amigo le enviara un pasaje para volverse a su casa, en Carolina del Norte. Pero todo salió mal.
Su siguiente traslado fue a la cárcel de Devoto.
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